viernes, 8 de noviembre de 2019

De Selene y Endimión



Con los biorritmos alterados, tu halo de luz refrescante me da en la cara y casi de inmediato abro los ojos. Hace ya tiempo que el sol me molesta porque me priva de contemplarte, así que me he acostumbrado a dormir de día para poder disfrutar de la sedosa caricia de tu luz plateada el máximo tiempo posible. Salgo al exterior, la brisa envuelve la noche, y las fragancias dulces de las flores que se despiertan cuando tú sales me embriagan, todo eso sumado a verte en el cielo, deslumbrante como siempre llena mi corazón de un enorme gozo. Me siento y te contemplo, embelesado. Esta noche luces sonriente, una enorme sonrisa blanca en el oscuro firmamento. ¿Vendrás conmigo, mi Diosa? Mi corazón palpita tan rápido que creo que se me va a salir del pecho. Siempre la misma incertidumbre, me atenaza el miedo, así de grande es mi amor por ti ¿Vendrás, vendrás?

Apenas un destello, rapidísimo, veo que cae del cielo. Apenas un parpadeo. un estallido que me ciega, que noto que impacta en la tierra. Tengo que cerrar los ojos, y los abro lentamente hasta que poco a poco me acostumbro a la luz. Me arrodillo. Mi Diosa, mi Diosa está aquí. Envuelta en su resplandor, hermosa, me mira, y yo... Yo... No puedo dejar de mirarla, tratando de retener su preciosa imagen en mi retina, por si acaso en algún momento se desvanece.

-Aquí estás.

Me habla, me está hablando, a mí. Veo sus hermosos labios moverse mientras me hablan con dulzura, y su mano se acerca a mi rostro, caricia celestial, terciopelo contra mi dura aspereza mortal. Me atrevo a rozar su mano de marfil. Me arrodillo frente a ella, abrumado ante su divinidad.

-Mi Diosa, qué largo se hizo el día de hoy.

-En pie, mortal-me dice, autoritaria pero con suavidad.

Me levanto, la miro embelesado, su etéreo vestido que parece estar hecho de seda celestial, su delicado talle, su rostro de marfil, su pelo que se mueve sin necesidad de brisa alguna. Me sonríe, ¡qué sonrisa! Y entonces, ocurre. Me besa, ei inunda con su halo divino, es como si me llenara de una luz que fluye en mi interior, tanto que creo que voy a explotar. Me atrevo a rozar su cuerpo, a abrazarla; su calor, su cercanía, es como estar en el paraíso. Y cuando apenas ha empezado, se retira,  y me mira con una terrible expresión de dulzura y tristeza.

-Ahora debo seguir mi recorrido, mi amado. Pero... ¿Me seguirás esperando?

La miro, no puedo dejar de mirarla, ni aunque quisiera. Su encanto, su belleza, es un hechizo del que no quisiera despertar jamás. Tomo su mano con delicadeza.

-Siempre, mi Diosa. Cada noche me encontrarás esperándote. Esperando por tu beso, por tu presencia, siguiéndote con la mirada, con el corazón henchido de gozo: aquí me hallarás.

Y entonces, rió alegremente, y con el mismo estallido que vino, desapareció. Pero cuando la volví a contemplar, su sonrisa era aún más grande, más deslumbrante de lo habitual. Y contagiado por esa felicidad, sonreí yo también y de pronto me pareció escuchar su voz, susurrar desde arriba: era inspiración. pura, divina y maravillosa inspiración. Así que cerré los ojos, me inundé, y empecé a escribir, impulsado por todo lo que mi amada Selene hacía fluir en mi interior.