lunes, 4 de octubre de 2021

Libenolandia y el reset apuñalístico


Año 2050. Por fin sucedió. Ya no era ningún problema. Las emociones negativas, sus consecuencias, sus diversas maneras de hacernos perder el tiempo debido a que muchas personas se hacían bola en un bucle de autocompasión que duraba horas, ¡horas! Ya no eran necesarias. No había tiempo que perder en una sociedad en la que había que producir, y producir, y producir. Sin parar. 

En el año 2050, prácticamente ya todo se hacía desde casa, escasas eran las profesiones en las que había que estar en la calle para desarrollarlas. La hostelería había dado un paso más en ese sentido, no era difícil ver en los bares tras las barras cómo "trabajaban" robots que sabían exactamente cual era la cantidad exacta de alcohol que ponerle al cliente en el cubata para que fuera rentable echarla y no desperdiciar el género. Precisión milimétrica al detalle. Los repartidores estaban por todas partes, haciendo recados, pero tras la fachada de regularización seguía siendo un empleo bastante precario, pues los que realmente tenían competencias aceptables y buenos trabajos se quedaban en casa. Todo el mundo lo sabía. 

Pero lo mejor, era el invento más revolucionario del momento: el reset apuñalístico. Tras muchos años acumulando poder entre las masas por su enorme difusión en las redes sociales, los coaches que se hacían llamar expertos sobre psicología en general eran las fuentes más consultadas, tomados por sabios cualquier asunto que se refiriera a curar el alma, en tanto que los profesionales con carreras y años de preparación detrás eran duramente ignorados por quizá no gozar de tanta popularidad, o no saber ''venderse'' al no tener espacio en un lugar donde el contenido que esperas encontrar se encuentra tan fácilmente en la palma de tu mano.

Pues bien, este grupo de expertos de esa época, había conseguido, tras años y años de investigación, con un riguroso equipo de gente detrás (pero eso no importaba puesto que no eran la cara visible), un invento que revolucionaría la mentalidad de la gente deprimida en aquella época tan triste en la que apenas había contacto: el reset apuñalístico. 

Este llamativo invento consistía en, básicamente, un utensilio que era prácticamente igual que un cuchillo de cocina, pero con una característica especial: que cuando te lo clavabas en las costillas cuando ya sentías que no podías más cada vez que la angustia, la tristeza, o la depresión más profunda te atacaban no morías, sino que permanecías en una especie de trance momentáneo. El cuchillo, con un avanzado mecanismo, estaba imbuido de sustancias altamente relajantes y poderosas que una vez introducidas en el organismo que te hacían estar bien al momento, así que ya, con un simple reset apuñalístico, la depresión se había curado. Al ser muy muy fina la hoja, producía la sensación real de puñalada, lo cual producía cierto alivio al notar que por fin ponías fin a tu dolor y acababas con el sinsentido de tu existencia, pero era tan buena su tecnología, que nada más salir de tu interior, la herida misteriosamente ya se había cerrado. El lema no podía vender más: "¡No sea improductivo! Un simple reset convertirá en solo minutos de angustia horas e incluso días de tristeza." 

En Libenolandia no había nada que causara mayor deshonra que ser improductivo, especialmente a causa de una actitud negativa o triste, fuera por la causa que fuera. Eso ni hablar. Había que estar siempre sonriente, y ser siempre positivo. Y de hecho, había que ser un necio para discutir que si realmente querías conseguir algo, el universo conspiraba para que lo lograras. Así que era muy lógico que la sociedad pusiera todo su empeño en evitar que las personas tuvieran, hablando mal y pronto, una actitud de mierda respecto a la vida y sus problemas.

Sin duda fue un gran descubrimiento, pues la gente podía seguir adelante con su vida sin mucho drama. Aunque todo hay que decirlo, el efecto de las sustancias en el organismo no era eterno, y con el paso del tiempo podía causar una severa dependencia, cosa que los expertos trataban de solventar haciéndole ver a sus seguidores en sus plataformas que realmente no tenían que pasarse con estos "resets", pues realmente si eras una persona positiva y valiente, con uno al mes era más que suficiente. El problema, como intentaban hacer ver los psicólogos titulados a los que prácticamente nadie quería escuchar, es que de nada servían esos resets si no se trataba la fuente del problema, porque por más que se tratara químicamente, una y otra vez se volvía a la tristeza. De hecho no era raro que de aquella se dieran muchos casos de personas que habían muerto por sobredosis de resets, o que por intentar aguantar y no hacerlo, habían quedado ingresados con ataques de ansiedad, o serios cuadros de síndrome de abstinencia. 

Pero el caso es que fue una herramienta importante en su momento, en la búsqueda de la cura perfecta para la depresión, porque eso sí, en Libenolandia la máxima era buscar la felicidad, o al menos, que se viera en tu cara, ya que lo importante era ser positivo, y había demasiado por hacer y mucho que producir como para osar permitir que la gente sintiera tristeza, con todo lo que sabemos que eso conlleva, y la enorme pérdida de tiempo que esto genera.