martes, 21 de enero de 2020


Lo hueles, lo sientes, te acercas.

Oh, depredador, oh salvaje potencia animal.

Tú,y yo, no me hace falta nada más.

Siento tus ojos clavados en mí, incluso a través de las llamas.  Tu mirada me devora con su intencionalidad, y me hace arder por dentro... Y eso que ya sentia calor al estar junto a la hoguera. Contempló el fuego y sonrío. Podría abrasarme si me acerco lo suficiente, pero ese no es el fuego en el quiero arder esta noche.

Sigues mirándome, prolongas mi deseo, hasta que mis ganas se vuelven insoportables. Mi boca se llena de saliva, me muerdo el labio. Las palpitaciones hace rato que descendieron y la humedad  empieza a ser tan abundante que hasta llega a avergonzarme. Pero no me besas. No te acercas. Te quedas al otro lado, recreándote en mis expresiones, aspirando, oliendo. Maldita sea, cabrón pervertido. Sabes bien que la espera es el mejor aliento para el placer, pero te estás retrasando demasiado. Me da igual, hoy vas a ser mío sí o sí. Mi deseo te va a buscar.

Me levanto bruscamente, bordeo la hoguera que nos separa, y me siento a horcajadas sobre tu regazo. Lo primero que veo antes de abalanzarme sobre tu boca es una ligera sonrisa de triunfo. Sí, has ganado, eres irresistible para mí, férrea voluntad... No sé como has resistido aún el impulso de tomarme. Te beso con fuerza, entreabro tus labios con mi lengua y tu voluntad aguanta hasta que nuestras lenguas se juntan y nuestras salivas se mezclan. Mmmm. Que delicioso es ver cómo te enloqueces. Masculla, gruñe, sexy animal.

Me agarras con fuerza apretándome contra tu cuerpo. Sonrío entre besos apasionados al notar el bulto casi a punto de estallar contra la tela. Sí, joder. Más humedad en mi entrepierna. Maldito calor... Hago amago de desprenderme de la ropa, pero tus manos ya se están encargando de ello... Y de qué manera. Sin dejar de mirarme a los ojos, veo mi vestido poco a poco siendo arrancado mientras tu lengua recorre todo trozo de piel que aparece. Gimo al sentirla en mis pechos, en mis pezones, descendiendo por mi ombligo... JO-DER. Te detienes en mis bragas. Tu mirada desde mi entrepierna besando la tela sin llegar a la insoportable humedad. Mi mirada dura, de  HAZLO YA. No te haces de rogar, afortunadamente muestras algo de compasión al ver mi mirada implorante y al acariciar la empapada tela que cubre mi entrepierna. RASH. Fuera la puta tela, menos mal. Antes de hacer lo que quiero, me permites recrearme con tu gloriosa desnudez quitando las prendas que te cubren. Oh, qué gusto, oh, qué placer, simplemente con ver. Al instante tu boca en mi entrepierna. Me dejo caer hacia atrás, te siento saborear, deliciosa sensación. Tus dedos indagan por mi más sucia intimidad hasta hacerme gritar mientras tu lengua trabaja maravillosamente en mis íntimos rincones. Me conoces, sabes, entiendes. Y eso me vuelve loca, y lo sabes bien. Exploto en tu boca y miras hacia arriba. Me ves recuperar el aliento y sonries. Pero no me vas a dar mucho tiempo. Y yo a ti tampoco. Chupo tus dedos con ansia mientras te miro a los ojos. Te muerdes el labio. Sí, dámelo ya.

Saborear, lamer de arribabajo, con deleite, llenar mi boca de ti hasta saciarme, pero no hasta el final. Aún no es momento de derramarse... Me pongo bocabajo y arqueo mi cuerpo. Lista para ti, dispuesta como siempre, lo sabes.

Enérgicas palmadas, saliva sobre la humedad que no deja de manar. Contigo es imposible que eso pare. Sonríes. Eso es que es inevitable. Agarro tu mano con fuerza. Se acabó la delicadeza. Te colocas detrás de mí embistiéndome con fuerza mientras me agarras del pelo. Sí. Suspiro al tiempo que te mueves. Rápido al principio, luego más lentamente, un ritmo constante. Gírame, quiero verte, quiero tocarte, quiero mirar esos ojos y ver tu excitada expresión. Báñame de saliva, de sudor. Seamos uno entre efluvios. Sí. Más rápido, jadeos más seguidos, cierras los ojos. Grita, haz ruido, cambia tu expresión, ojos que se entornan. OH, POR FAVOR. Te miro, aún no, por favor, aún no. Mi mano se desliza rápidamente hasta el centro de mi cuerpo. Un rubor en mis mejillas al rozar tanta dureza. Sonríes, me miras. No te preocupes, yo tampoco puedo más. Me escuchas, inevitable, más cerca, joder, sí, joder, joder, joder... Placer infinito, pálpito, delicioso pecado que se derrama. Ven conmigo, quédate sobre mí. Otro momento en mi memoria para agradecer mi existencia, otra fantasía.

...Y así, sumida en tales pensamientos a veces me derrumbo sobre la cama. Feliz, excitada, sonrojada, relajada.




No, no tiene por qué ser peor lo que se imagina que lo que sucede en realidad. Más al contrario, a veces puede ser mil veces mejor. Lo que hay ahí fuera no le llega ni a los talones a lo que sucede en nuestras cabezas. Y  a veces..."cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia".

martes, 14 de enero de 2020

Pelitos


Hay amor en muchos lugares, parafraseando a aquel, que bien lo sabe, pozo de sabiduría infinita; nunca dejo de aprender. Aunque realmente a lo largo de los años creo que lo que hago más bien... Es que sustituyo unos recuerdos por otros, que se empañan entre nubes de cebada. Bah, para el caso da igual. ¿Qué sentido tiene lo bien o mal hiladas que estén las frases que van tomando forma ante los aleatorios pensamientos de esta cabecita loca? Mientras se entienda el trasfondo de lo que quiero decir... Quizá no lo entenderéis, pero lo importante es que yo sí me entiendo, pero si lo captáis es mejor... Bueno, al solomillo, que me pierdo. Amor... Sí, de amores en parques, en canciones, en litronas que se comparten (¿no dije que mis recuerdos se empañaban entre nubes de cebada? Joder, bien mirado queda hasta bonito en su borracho sentido). Esos amores TAN conocidos. Sí. Pero hoy estaba barriendo. Y no he visto sus pelitos. Y me he derrumbado. Y me he dado cuenta de que lo que importa es lo que más ruido hace cuando se va. Dioses. Cuan fuerte es el estruendo de una ausencia, de lo que no está. Ya no están sus ruidos, ni sus pelitos, ni su calorcito en el sofá. No hay paseos, ni agua en la botella, ni na de na. La costumbre, qué mala es. Y los pelitos que maldecía barrer cada dos por tres, ya no están. Y me pesa la ausencia de esos pelitos. Pelitos, que se desenredan con cariño. Pelitos que se quedan entre la ropa, y te hacen sonreír, recordando quién los dejó ahí, de estar tan cerca de ti. Pelos que se enredan en prendas más íntimas y te hacen humedecer y sonrojar. Lo más tonto, lo más simple. Un simple pelo y todo lo que conlleva. Tonterías, ¿verdad? Lo sé. Pero ahora recuerdo que barriendo no encontré sus pelitos. Y me he vuelto a derrumbar.