jueves, 20 de noviembre de 2014

"Lo esencial es invisible a los ojos"


Y así es la vida... A veces sí, a veces no, y a veces no se puede.
¿Y cuántas veces habrás querido decirle lo que sientes?
Miles, pero y eso qué. O no lo entendería, o se reiría de ti, o como no es tonto ya se lo huele, o puede que incluso pensara que le tomas el pelo. Y claro, pues qué pensar, qué decir. Mejor callarse, y morderse la lengua. Mejor tenerla hinchada de tanto mordérsela a hacer sentir mal a otra persona que vale infinitamente más y para la que tú eres...  Perdón, ¿Pero existes para él? Qué va, lo dudo siquiera.

Siempre, en las veces que no lo evitas, te miras al espejo, resoplas, te consideras poca cosa en general pues imagina cuando consideras a una persona como lo más grande, lo más especial... Si es así, tú siempre te verás poco para él.

No, no te lo mereces. Sigue soñando, pequeña e imperfecta personita, que para él seguirás siendo invisible.

A veces los mayores tesoros están almacenados dentro de los cofres más toscos y feos... Pero claro, si lo de fuera no te llama la atención... No te molestarás en abrir la tapa. Y por desgracia suele ser así.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Hace frío y te recuerdo.


Estaban en el patio empedrado lleno de la plantas de la vieja casa del pueblo. El abuelo, un hombre fuerte y sonriente que pese a su edad y dolencias conservaba buena parte de su fuerza y su vigor, preparaba la lechuga para la ensalada separando las hojas y metiéndolas en agua para que se limpiaran mientras una de sus nietas más pequeñas, una niñita de pelo rizado de unos cuatro años le observaba fascinada, con las manitas cruzadas detrás de la espalda y los ojos muy abiertos.

El buen hombre echó la última hoja en el recipiente con agua y la miró sonriente.

-A ver,  ¿y qué hacemos ahora que tenemos la lechuga en el agua?

-No lo sé abuelito.-Respondió la niña con sinceridad.

El anciano cogió una botella de plástico llena de vinagre y le echó un buen chorro al barreño de agua donde reposaba el vegetal.

-¿Por qué le echas vinagre?-le preguntó la niña.

-Para matar a los bichitos que pueda haber. Así salen de la lechuga, no nos los comemos y no nos ponemos malitos.

-Aaaaah-dijo la niña asintiendo con la cabeza.

-¡A comeeer!-dijo la abuela, saliendo de la cocina que comunicaba al patio con el cucharón en la mano.-La crema de verdura está lista abuelo, y te la tienes que comer ya.

-La lechuga también está limpia y lista para la ensalada.-Respondió él.

-Sí, ya le hemos quitado los bichitos para que no nos pongamos malitos.-Añadió la niña con una gran sonrisa repitiendo lo que su abuelo le había dicho

-¿Qué?-preguntó la mujer sin entender de todo.

El abuelo rió sonoramente.

-Venga, vamos a entrar o la crema se enfriará y fría no está buena.

-¡Sí!-exclamó la niña, yendo corriendo a sentarse en la mesa, observando que la abuela había tenido buen cuidado de poner donde se sentaba a comer un plato con un poco de la crema de verduras que comía el abuelo y que a la pequeña le encantaba.

El abuelo no pudo hacer otra cosa que volver a reír al sentarse y ver que su nieta ya estaba empezando a tomar cuenta de la crema con la cuchara, le hacía mucha gracia porque a ninguno de sus otros nietos les gustaba mucho la verdura, pero ella siempre le pedía a la abuela que le pusiera un poquito de ese preparado que tenía que tomar. A él no le gustaba porque prácticamente lo tomaba por prescripción médica, pero le animaba que esa renacuaja de pelo rizado le acompañara en eso.

Así pues, mientras el resto de la familia iba a sentarse y la comida se terminaba de servir, ellos se miraron con complicidad y siguieron degustando la crema.




domingo, 2 de noviembre de 2014

Et je ne sais pas pourquoi...


Tu recuerdo es como una astilla que se clava en mi corazón cada vez que las emociones más intensas, tanto el amor más profundo como el odio más negro, vienen a mí cuando pienso en ti.
Oh, querido y a la vez odiado, te mataría... Pero después te resucitaría. Y así muchas veces, no me cansaría, créeme. Pues no sería nada más que una tortura acorde a todo el tormento que me has hecho pasar sin darte cuenta siquiera.

Bésame, no pares, soy adicta a tus besos. Déjate caer en mis brazos, te apuñalaré mientras tú me apuñalas a mí, los gritos de tu orgasmo mezclados con el dolor... Éxtasis mortal...recorre mi piel con tus dedos, goza entre mis piernas otra vez, disfruta de mis espasmos, de mi humedad latente, la que solamente tú provocas, ama el pecado otra vez dentro de mí y déjame exhausta, deja que muerda tu clavícula hasta que tu carne ceda y aliméntame con tu sangre de ángel caído contaminada de cada uno de los siete pecados capitales, maldito, bendito, eres pureza y suciedad.

Permite que rompa la prohibición y deje marcas de los arañazos de mis uñas en tu espalda. Deja que grite, que insulte, sin tener que contener la voz por el insuperable placer que me produce todo lo que me das cuando te clavas en mi interior, que me revuelva y que jadee como lo que tú y solamente tú sacas de mí. Deja que libere todo lo que tenga que liberar.

Oh, dueño de mi placer y de mi sufrir, te deseo, no puedo estar sin ti.
Despojada de pudor, sucia, ramera, mancillada, esclavizada, cargada de cadenas ante la voluntad de tu deseo, dime qué quieres, dime. Soy tu marioneta, y no lo soporto pero es así. De tu placer soy presa, déjame que te complazca, soy pieza en tu tablero, juega conmigo, maltrátame, sacrifícame, pero no me abandones.
Este es el precio a pagar por disfrutar de ti. No lo soporto, pero es así.
Placer, exquisito, nunca sentido jamás, maldito placer que me das. Compañía letal, veneno delicioso, atrápame entre tus brazos otra vez, haz lo que quieras conmigo, deja que me sacie de ti, deja que calme mi hambre y cuando vuelva a sentir apetito, sáciala.

Oh querido, oh odiado. Muere pero resucita otra vez, clávate en mis entrañas. Pero no oses salir, no me contravengas, no te vayas... si lo haces solamente Hades será el que recoja tu alma maldita, tu parte bendita no te salvará ante las fauces de Cerbero por tanto mal que has hecho. Marcaré de veneno tus labios y lo único que sentirás sobre tu piel será la fría caricia del metal. Y luego pondré óbolos sobre ti. Y en la barca de Caronte tu último viaje harás.