sábado, 5 de diciembre de 2015

Samba


Estaba sentada, mientras miraba a esas morenas y desmpapanantes chicas con minivestidos moverse al ritmo de lo que parecía ser samba... cómo no: samba, si estábamos en la caseta de Brasil, qué iba a sonar, qué iban a bailar... pero la caipirinha me había atontado un poco el cerebro.

Así pues, seguí bebiendo ensimismada sin prestar atención a la conversación que tenían las dos chicas con las que me había animado a salir al final, después de unos cuantos días encerrada. Me levanté, un poco mareada por el exceso de alcohol de aquella noche para echar un vistazo alrededor y vi a unos chicos llenos de tatuajes y muy depilados que estaban bailando en el centro de la caseta, pero que no paraban de sonreír. Habían atraído la atención de parte de la gente que había reunida que los observaba. No era raro:  la verdad es que lo hacían muy bien y desprendían mucha alegría y contagiaban ganas de bailar por más que no tuvieras ni idea. Bueno, eso era algo típico de las gentes de allí.

Me dirigí hacia la barra con intención de invitar a las chicas a una copa ya que sorprendentemente disponía de bastantes fondos aquella noche, cuando noté que me tocaban el hombro. Y justo en ese momento empezó a sonar un canción bastante conocida en portugués pero que ya tenía sus años. Me giré y me encontré con uno de los chicos que había estado bailando.

-¡Hola blanquita!-me dijo, muy amigable. Yo me reí: sí que era blanquita si me comparaba con él: tan reluciente, tan bronceado, tan tatuado. No me gustaba mucho físicamente, pero había que reconocer que era un chico muy simpático, así que le dije:

-¡Hola, morenito! Bailas muy bien.

-¿Tú sabes bailar samba?-me dijo, sin siquiera preguntarme mi nombre ni nada, lo cual me desconcertó un poco.

-La verdad es que no tengo mucha idea...

Me cogió de la mano sin cortarse un pelo.

-¡Venga bonita que te enseño!

Le miré divertida, la verdad es que estaba un poco aburrida... ¡qué más daba una clase de samba gratis! Total no tenía otra cosa mejor que hacer...

-¡Está bien!

El chico sonrió más aún y me arrastró a la pista de baile. Se acercó mucho a mí, agarrándome de la cintura, y me dijo:

-Esto es muy fácil, es sobre todo ritmo y mover los pies...

Intentaba copiar sus movimientos, pero él tenía demasiada gracia para mi torpeza en aquel momento.

-¡Ay, qué difícil es esto!-me lamenté, mientras me perdía tratando de seguir sus pasos.

-¡No mires mis pies!-me dijo, subiéndome la cara.-Mírame y déjate llevar.

Yo le miré a esa cara sonriente, de dientes perfectamente blancos y ojos oscuros y lo intenté. Noté la música fluir y me dejé llevar y todo fue mejor.

Como todo en esta vida, cuando te tranquilizas es cuando te desbloqueas, empiezas a soltarte y avanzas.

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