martes, 22 de enero de 2019

San Martín



Y llegó, por fin, el gran día. Por fin mi venganza se llevaría a cabo. Por fin podría tomarme mi revancha por todo lo que había pasado, y llevaba rumiándose en mi interior como si no hubiera mañana desde que el cerdo empezó con sus andanzas.

Sí, pequeño, a  todos los cerdos les llega su San Martín.

El tuyo se había postergado demasiado, pero al fin llegó tu hora. Te veo sentado en una silla, con las manos atadas a la espalda, un esparadrapo en la boca, delante de ti una mesa llena de suculentas viandas que cualquiera devoraría gustoso, sobre todo tú, claro, el cerdo mayor. Todo está preparado, aún duermes inconsciente, pero pronto despertarás... y desearás no haberlo hecho.

Impregno de alcohol un trozo de tela y lo pongo debajo de tu nariz.

-Despierta ya, puta bola de sebo.-Digo suavemente, pero con crueldad.

Abres los ojos y miras a tu alrededor, parpadeando ante la luz, me miras como si no supieras bien lo que sucede, como si no te creyeras la situación, como si en realidad eso no estuviera pasando, como si... ¡No! ¿Cómo voy a ser yo la que está ahí delante de ti?

Te miro con una sonrisa que lo dice todo...

Avanzo hacia ti nuevamente y te miro a los ojos, coloco la punta de mis dedos sobre el extremo del esparadrapo, y con la mano que me queda libre saco un cuchillo bien afilado:

-Como se te ocurra gritar cuando te quite esto, te rajo desde la boca hasta el ombligo, amorfo saco de grasa-le susurro.

Él asiente, asustado, y le quito la cinta con un tirón rápido. Emite un leve quejido, y luego me mira con ojos suplicantes:

-Por favor, desátame, sácame de aquí, hablemos de lo que ha pasado...

Niego con la cabeza y lo miro con falsa compasión:

-No, no, no, no. No pienso hacerlo, cerdito. Ya has tenido bastante tiempo para arrepentirte, para meditar, para cambiar, pero no puedo consentir que sigas haciendo lo que haces. Ya basta-mi sonrisa inicial se torna en cara seria.-Así que, he decidido preparar este suculento banquete para que finalmente te hartes de comer, ya que te gusta tanto.

El gordo mira hacia el suelo, y murmura:

-La verdad es que no tengo mucho apetito.

Me acerco a él rápidamente agarrándole la cara.

-Esa no es la respuesta que quería oír.

Le meto una galleta de chocolate en la boca y le obligo a masticarla.

-Si aprecias un poco tu vida, te aconsejaría comer como si no hubiera un mañana.

Le desato las manos para que tenga voluntad de atracarse, pero sigo vigilándole cuchillo en mano.

-Las puertas están bien aseguradas y aquí no hay cobertura... La verdad, sinceramente dudo de que te llegue a escuchar alguien, pero te estoy vigilando, capullo. ¡Empieza a comer!-le exhorto, mientras alzo el cuchillo con esto amenazador.

...Y empieza. Vaya que si empieza. Es que por más asustado que esté, ¿quién podría negarse a esas exquisiteces? Surtidos de patés, carnes deliciosas, quesos de buena calidad, infinidades de pasteles y dulces... Vamos, que casi siento una punzada de hambre en el estómago al ver tanta comida, pero esa está reservada para mi invitado especial.

El volumen de comida va disminuyendo poco a poco, y él empieza a hacer gestos de estar harto de comida, hasta que dice que no puede más.
Me acerco a él.

-¿Que no puedes más, dices? Vaya, vaya... Pues qué raro, porque no es esa la impresión que das cuando te comes todo lo que no es tuyo, maldito abusón-le digo, alzando la voz y pegándole una patada en la barriga.

Aúlla de dolor, ya que está recién comido y ha sido un golpe bastante fuerte, y murmura un casi inaudible: "lo siento".

Le abofeteo con todas mis fuerzas .

-¿QUE LO SIENTES? YA ES TARDE PARA ESO, GILIPOLLAS. HA LLEGADO TU HORA. VOY A HACER CHORIZOS CON TUS ASQUEROSAS TRIPAS DESGRACIADO.-grito.

Me mira con cara de horror, y levanto el cuchillo con intención de rajarle toda la barriga, apoyándolo en su esternón. Lo clavo levemente. Veo su frente perlada por el sudor, su enorme vientre hinchándose y deshinchándose, y finalmente se desmaya, dejando caer la cabeza sobre el pecho. Pues sí que tiene huevos el tío...

Ante esa inesperada situación barajo mis opciones... "Podría llevarlo a una granja y los cerdos se lo comerían entero, ya se sabe que si no hay cuerpo no hay delito...Nah, demasiado típico quizá"

Muevo la cabeza y pienso en otra cosa.

"Podría llevármelo de aquí... Si, me lo voy a llevar, creo que ya ha vivido una experiencia bastante horrible como para volver a comportarse de esa forma... No sé... Bueno, por si acaso será mejor que lo prepare"

Suspiro resignada, meto su cuerpo con cuidado (y con mucha dificultad) en un saco, noto que aporrean la puerta... El corazón empieza a latirme con rapidez, esto es muy extraño, ¿me habrá seguido alguien? He tenido mucho cuidado...

Abro la puerta, es un señor con rostro curtido y aspecto campechano.

-Buenos días señora, nos han comunicado que aquí había un buen ejemplar para la feria de ganado... Venimos a recogerlo, necesitamos la mejor carne para las hamburguesas de los invitados, ya sabe...

Abro mucho los ojos, no me lo puedo creer, solo una persona más sabía mi plan. Sonrío en mi fuero interno.

El hombre añade, susurrando:

-No se  preocupe señora, que ya estamos al tanto. Nadie se enterará de esto.

Asiento con la cabeza y señalo al bulto de la silla.

-Pues ahí lo tiene.

Entra con un compañero, y se disponen a agarrarlo.

-Eso sí, tengan cuidado...Este ejemplar es particularmente pesado.



No hay comentarios:

Publicar un comentario