miércoles, 17 de abril de 2019


Percibo su mirada dura y fría, sin asomo de piedad, observándome fijamente mientras me sumerjo poco a poco en el océano de mi frustración.

"Te lo advertí" dice, sin más.

Le devuelvo la mirada sin poder aguantarla más de diez segundos, me tiembla el labio, y me echo a llorar. Mi cordura, mi razón, mi parte racional... Me escruta sin cesar. Lo he vuelto a hacer, no hice caso, lo he vuelto a hacer. Me lo merezco, merezco esa mirada, no merezco que me compadezca, cuando cometes un error muchas veces no es un error, es un gran problema.

¿Qué sucede cuando nos damos cuenta de que estamos en un terrible bucle y no podemos salir de él? Que tomamos conciencia de que en primer momento, no queremos salir. Al menos no de verdad. Porque cuando quieres pues te alejas, tomas medidas, al menos haces lo que esté de tu parte para marcharte, para tomar distancia de aquello que te hace mal.

"¿Mal?" suena un resoplido a mi lado, que procede de una boca sensualmente pintada."No me jodas, eso de mal es relativo. Te gusta, te encanta, acéptalo y disfrútalo. Ya está. Joder, es que no entiendo cómo te rayas tanto. Es sufrir por sufrir y créeme: no merece la pena."

Suspiro y me tapo la cara con las manos. No merezco piedad, ni compasión. Lloro un poquito más, qué más da, solo es agua salada, después me sentiré mejor. Me lavo la cara, me miro al espejo: ojos hinchados, cara colorada. Y después sonrío. Porque al fin y al cabo, da igual. Porque tampoco cambia nada, de cara al exterior. Únicamente he cambiado yo, aunque la verdad es que eso ya lo cambia todo.

"¿Y qué pasa conmigo?" Escucho una vocecita aguda que parece que se va a quebrar, miro hacia abajo. Es una niña de piel blanca y pelo rizado con unos enormes ojos. Sonrío y me agacho hasta ponerme a la altura de su cara.

-Que tú siempre estarás aquí, y eso es lo único que realmente importa, preciosa.-Le digo, mirándola con cariño para después estrecharla con fuerza.

Y así es, y así será lo verdaderamente importante. Erramos, nos equivocamos, caemos una y otra vez, pero eso poco importa mientras la esencia más pura, más inocente, más profunda de nuestro corazón permanezca.

El exterior podrá ser maltratado, nuestros sentimientos pisoteados, nuestra dignidad puesta a prueba, nuestra lealtad apuñalada una y otra vez... Pero mientras  nos quede un ápice de luz, de bondad y de inocencia merecerá la pena todo el esfuerzo para mejorar la existencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario