jueves, 8 de diciembre de 2022


Esta vez vino a mí vestida de gris y azul, con su sempiterna comisura caída. Lo cierto es que ya llevaba tiempo sin verla...
-Vaya, en realidad hace ya que no nos vemos, Tristeza.-Le dije.-A ver, qué te trae a mí hoy, cuéntame.
Se colocó hecha un ovillo a los pies de mi cama y se rodeó las piernas con los brazos. Pobrecilla, se veía tan pequeña... Me acerqué a ella y la abracé, y noté cómo de inmediato sus lágrimas me mojaban la camiseta. La apreté más fuerte y sonreí levemente.
-Ya, ya... Vamos, suéltalo todo, si es que nunca aprendemos, ¿verdad?-la caída de sus lágrimas me indicaba el motivo de su llanto.
 -No, si es que...-continué.- Maldita naturaleza intrínseca de cuidadoras que tenemos, parece que es un defecto, cómo cuesta desaprender. Pero cuaaantas veces te he dicho que primero tú y después tú. O sea... Nosotras. Venga, venga, pequeña, suénate... Le acerqué unos pañuelos y me agradeció el gesto restregándome cariñosamente su cabeza. Se sonó bien la nariz y se secó las lágrimas. Le ofrecí un poco de chocolate caliente que bebió con gusto. Me quedé un buen rato abrazada a ella, meciéndola hasta que sus sollozos cesaron definitivamente y se quedó dormida. Le acaricié el pelo, y lentamente se desvaneció entre mis brazos y desapareció. Curiosa sensación, pues cuando la evitaba en algún momento explotaba, se apoderaba de mí y nos sentíamos fatal, o mutaba hacia Enfado o Ira, pero al final, en tibio abrazo hemos aprendido a convivir y escucharnos y vamos aprendiendo a no llevarnos mal... Hasta otra, Tristeza.



No hay comentarios:

Publicar un comentario