El momento se acercaba, se olía en el
ambiente. Aspiré el aire mientras veía con una sonrisa cruel cómo se calcinaban
lentamente sus cuerpos arrojados uno a uno en la enorme hoguera que serviría de
ofrenda al Dios. Observé que mi compañero y ayudante se dirigía hacia mí
limpiándose las manos con una toalla, el cuerpo desnudo de cintura para arriba
chorreante de sudor, un brillo de maldad y satisfacción en sus ojos. Verlo así
me excitó terriblemente, notaba las punzadas del deseo acudir a mi entrepierna
con rapidez, pero me serené y le miré con determinación.
-¿Has acabado con todos ya? ¿Todos estos
infieles han sido sacrificados y ofrecidos al Martillo?-le pregunté, mientras
mis ojos barrían la playa y observaban que el sol, rojo como un rubí se hundía
lentamente en el horizonte y hacía caso omiso de los alaridos de dolor
procedentes de la hoguera mientras aquella veintena de personas ardía
lentamente.
-Sí, esos idiotas pronto no serán más que
un montón de cenizas… y tú y yo…-me dijo, acercándose peligrosamente.-Habremos
cumplido más que sobradamente con el Martillo y podremos…-Noté como su poderosa
mano me rodeaba la cintura y me apretaba contra su cuerpo.-Entregarnos a otros
placeres-susurró, mientras buscaba apresuradamente mis pechos dentro de la
túnica. Tomó uno y lo apretó. Inevitablemente gemí, porque nada me apetecía
más. Pero aún faltaba una cosa más para completar nuestra misión.
-Espera-le dije, separándome de él
haciendo un gran esfuerzo.-Tiene que ser consciente de que lo estamos haciendo
bien.- Miré en dirección a la hoguera poniendo los ojos en blanco mientras
notaba que los últimos gritos de dolor se extinguían…era una melodía de placer
para mis oídos el escuchar cómo aquellos indignos ardían en el fuego purificador.
Noté como mi cuerpo se cargaba de energía. Alcé los brazos notando como el
poder del fuego me inundaba. Y la hoguera creció, adoptando unos tonos de color
violeta.
Miré mi trabajo con satisfacción.
-Ahora sabrá que esta hoguera es la suya…
Apenas había terminado de decir eso
cuando noté sus manos rodeándome por detrás y su aliento cálido en mi cuello
poniéndome la carne de gallina. Con un
gran esfuerzo me escapé de su abrazo y dándome la vuelta lo encaré, agarrando
su pelo. Sus ojos me miraban con el mismo deseo que me ardía en el fondo de las
entrañas.
-Y ahora… nos toca a nosotros.-Susurré,
introduciendo mi lengua en su oreja.
Su boca empezó a murmurar obscenidades
que sabía que me volvían loca y ahí el escaso control que tenía de mí misma se
desvaneció al mismo tiempo que mi túnica desaparecía arrancada de mi cuerpo, y
dimos rienda suelta a nuestra propia hoguera de deseo sobre la arena, al lado
de la hoguera crepuscular.
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