miércoles, 20 de agosto de 2014

Anochecer


Y los árboles sagrados, a causa de su maldad fueron asesinados, y nunca más hubo en la tierra nada semejante a esos hermosos destellos plateados y dorados que emulaban al sol y a la luna, a veces cálidos y a veces dulces y refrescantes. Esos destellos, esa luz deslumbrante que provenía de los árboles sagrados, Laurelin y Telperion, creación de Yavanna Kementári, la dadora de frutos, la madre de la naturaleza que nunca hizo nada más bello, pues esos hermosos árboles eran el orgullo de los Noldor y de todo Valinor.

Pero aquel día enfermaron y murieron por su culpa. Es difícil imaginar tanta rabia contenida en un único ser, pero él era capaz de eso y más. Albergaba en su interior demasiado odio, demasiado resentimiento. Y aquella noche se derramó la primera sangre cuando el viejo rey fue asesinado por él, por Melkor, así se llamaba el traidor despiadado, pues se interpuso en su camino hacia el robo de los Silmarils, esas preciadas joyas que contenían la luz de los ya extinguidos árboles, y la oscuridad lo cubrió todo. Y se hizo la noche en lo que el cruel y renegado Melkor huía con ellos. Y Feanor, que fue quien forjó estas exquisitas piezas, recelaba, y sus miedos y sospechas alimentadas por el veneno que Melkor infundió en él en su día crecían, su ira al rojo vivo, incrementada por un fuerte deseo de venganza al enterarse de la desaparición de los Silmarils y de la muerte de Finwe, su padre.

Triste anochecer de muerte, pérdida y sufrimiento..
.
De fondo solo los llantos de la diosa creadora de vida, de la madre de la naturaleza por haber perdido sus creaciones más hermosas, y los Noldor se lamentaban ante tan terrible suceso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario